Comparando la vida de pueblo y la de ciudad

Hace varios años, que decidí venirme al pueblo a vivir definitivamente, después de mucho luchar contra mis sentimientos, decidí que donde quería realmente estar es aquí, en el pueblo. Una decisión que me trajo una crisis de identidad bastante grande, por que lo “normal” o lo que mi mente creía normal era, vivir en una ciudad, estar ahí trabajando y haciendo un montón de actividades o de cosas, que la gente de las ciudades hace, con miles de opciones y miles de recursos a la disposición de un clic. Mi mente creía que eso era lo correcto,  fuí a por ello,  participé en esa vida de ciudad grande llena de oportunidades y de cosas,  me esforcé mucho por que esa vida me gustará, pero nunca me gusto. 

Ayer tuve que ir de improvisto a Madrid, tengo una propiedad en la gran ciudad, y unos okupas han colonizado un piso dentro del edificio, era de urgencia máxima que fuera a Madrid, y ahí en ese viaje improvisado y lleno de dudas, me encontré con mi pasado y con esta comparativa.

Al entrar en Madrid, el tráfico y el ruido infernal de coches me invadió, es curioso como uno pierde la práctica en conducir por estos lugares, llenos de coches, de ruidos, de estímulos… Me fijé en una chica, hacia FaceTime mientras conducía, una pareja de chicos hablaba, la gente hacía su vida, en ese trayecto que seguramente por las horas les llevaría a casa después de una jornada laboral… Ahí pensé, que tranquila estoy en el pueblo. 

Cuando llegué después de 30 minutos buscando aparcamiento en el barrio, vi a los ocupas, están en la planta baja del edificio, y se veía su vida perfectamente, tal y como nos contó el administrador, se cree que son mafias que colocan a familias y les cobran, sentí una pena absoluta por esa gente, al igual que por todos los vecinos del edificio, incluida yo, que estaba cagada de miedo por no saber que hacer, por nunca haberme enfrentado a esa situación. 

Me fije en las caras, en los gestos y en cada uno de los rasgos de las personas que estaban en la reunión, miedo, preocupación, cansancio… Sus viviendas, su hogar, sus ahorros están ahí metidos, su vida entera está en esos pisos de 60m cuadrados. 

Una vez pase Guadalajara, de vuelta a mi casa, la nada volvió, es increíble como el monte oscuro, la poca contaminación lumínica me volvió a envolver, y volví a sentir paz, una paz profunda y pensé como durante tantos años he pretendido obligarme a vivir en la jungla, sí, para mi las ciudades tan grandes  son la jungla, entiendo que haya gente que adore un Madrid, pero creo que solo lo puedes adorar si tienes una economía  privilegiada, si llegas a fin de mes justo, no vives, sobrevives… Perteneces  a un circulo vicioso del que no se puede salir, y sentí pena, profunda pena. Y lo que más pena me dio es toda la gente que se cree que en los pueblos la gente se aburre, que ahí te estás perdiendo la vida, no señor, la vida se pierde en el metro, en el bus, o en pagar un alquiler o una hipoteca desorbitada.

Cuando llegue a mi casa, después de dos horas y media, mi pareja me esperaba con la cena, la chimenea encendida y únicamente se oía el ruido de la ventisca que inunda estos días España, ahí pensé, en ninguna de mis vidas podría tener más calidad de vida.

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